miércoles, 1 de mayo de 2013

Un acto, un libro


Por Anahí Acevedo

Bajo el lema «1010 maneras de comprar un libro sin dinero» se realizó en la plaza Matriz, la segunda edición de esta actividad, donde los interesados podían recurrir con un libro y adquirir otro, pero pagando un precio representado en una acción.
En la mañana del martes 23, y en el marco del Día Internacional del Libro, la plaza capitalina se encontró con un paisaje distinto al de los días normales. Libros, lectores, ofertantes y demandantes reunidos en un mismo punto bajo una actividad original y creativa. Entre los distintos «costos» figuraban prendas como «dejar de fumar ahora», «gritar en las cuatro esquinas de la plaza que la vida es bella», «donar dos pelotas de fútbol a un CAIF», «pasar un mes sin comer comida rápida», «empezar a reciclar en casa» y «llevar ropa de recién nacido al Pereira Rossell».
La boutique creativa «VACA» fue la encargada de llevar a cabo este evento. Según informó «El Observador», la idea nació en 2011 en Barcelona a manos de la agencia «Carlitos y Patricia» quién, siguiendo la premisa «Las cosas no son gratis, pero se pueden comprar sin dinero», elaboró el plan donde el concepto principal era intercambiar libros de manera diferente. El acontecimiento se lleva a cabo actualmente en Buenos Aires, Madrid, Budapest y Ámsterdam, además de Montevideo.


El motivo no es sólo divertirse, sino también lograr un bien social por ambas partes. Tanto el que recibe, como el que da, están ligados a estas «prendas». Según fuente citada por «El Observador»: «Este tipo de intercambio hace que se genere otro vínculo con el objeto. Es la magia del evento en sí», afirmó Rosselló, representante de «VACA». Agregó además  que “Muchos libros vienen con una historia, con ‘cicatrices’: marcas o subrayados. Incluso uno llegó con una foto antigua. Viene de estar en una biblioteca y ahora pasa a otra familia, con otra impronta”.
La donación de libros inició a comienzos de abril en las oficinas de la agencia, donde se lograron recolectar más de 500 ejemplares. Sin embargo, la gente podía llevar a la plaza aquel que tenía guardado en un rincón de su biblioteca, o bien algún otro que pensara que valía la pena ser leído por otros ojos. 

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