sábado, 27 de abril de 2013

La danza que libera


Por Anahí Acevedo

Recuerdan sus raíces a través del arte

Elena Barbarich es integrante del cuerpo de danza «Beriozka», perteneciente al «Centro Cultural Máximo Gorki», en Montevideo. El grupo abarca la cultura rusa, bielorrusa y ucraniana, y reúne a todos aquellos jóvenes que sienten pasión y amor por seguir propagando sus raíces a través de este arte. Barbarich formó parte de «Casa Eslava», una institución compuesta por rusos y yugoslavos, este último de su descendencia, que luego de su declive se unió con en el centro que lleva el nombre del reconocido escritor soviético.
Barbarich indicó, en la entrevista realizada, que su ingreso al mundo de la danza fue a los cuatro años de edad, en el Ballet Municipal de Montevideo. «Mi madre se dio cuenta de que yo tenía aptitudes para la danza, entonces me pusieron un traje yugoslavo, me enseñaron una coreografía y baile sola. Y quedé, tanto en el Ballet Municipal de Montevideo, como en Casa Eslava, bailando danza yugoslava en ese momento», expresó.
Bailó en dos compañías serbias de Nueva York, en Estados Unidos. «Una era de gente joven, y en la otra, la mayoría de las personas tenían más de 70 años. En esta última iba justamente por curiosidad,  y a  la vez para tratar de seguirlos, porque la destreza que tenían era imponente. Eran más o menos 200 personas» agregó. Sin embargo, cuando retornó a Uruguay dejó de practicar. La guerra en Yugoslavia, entablada desde 1991, la llevó a hacer un paréntesis. «Perdimos familiares, y yo soy una persona muy sensible por lo que me afectó mucho», confesó.


En palabras de Barbarich, y consultada sobre su motivación por esta disciplina, afirmó que intenta «transmitir las raíces, cómo se bailaba en los pueblos, en la Corte, mostrar los diferentes trajes y las diferentes danzas. Cada región tiene su traje y su música. Hacer un recorrido por los Balcanes y mostrarles a las personas a través de esto mismo, las  diferencias entre cada zona».
Declaró además que «en su momento, el Centro Cultural Máximo Gorki y Casa Eslava llegaron a un nivel profesional. Pero en lo que tiene que ver con institutos de inmigración, no se puede vivir de esto. A menos que vayas al país de origen y bailes en la Escuela Nacional de ellos».
Manifestó que esta expresión logra en ella la «auto realización total». Añadió que, en lo personal, «no danzar es como estar enjaulado. Bailar es liberarse, es ser vos mismo, es dejar todo. Es Catarsis»
Barbarich actualmente es modelo a seguir de muchos jóvenes descendientes de rusos que sienten amor por el país y la cultura de sus antepasados. Reuniéndose todas las semanas, recuerdan y reviven la alegría que producía en sus familias practicar estos bailes, al mismo tiempo que logran alcanzar la perfección de los mismos.


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