Por Joaquín Giribaldi
En Montevideo, lo
precolombino y lo actual se dan la mano entre cuatro calles
La cultura Inca es entendida
como una de las más interesantes y ricas de la historia. Ésta, perteneciente al
precolombino Imperio incaico, comenzó a ver su declive hacia 1532, año en el
que Francisco Pizarro le dio su golpe final.
El 16 de noviembre de ese mismo
año, el mencionado conquistador, de origen español, dio captura al entonces
emperador: Atahualpa. Aunque una vez trasladados hacia Europa (a consecuencia
de la conquista) aquellos miembros aún supervivientes continuaron con la tradición
en cuanto a la elección de una figura dirigente, Atahualpa es considerado como
el último líder Inca.
En honor a este referente, el 16
de agosto de 1868 la Sociedad Anónima de Fomento
Montevideano fundó un nuevo barrio en la capital uruguaya, al que le dio su
nombre.
Atahualpa se encuentra delimitado por las calles Burgues, Millán,
Bulevar Artigas y Luis Alberto de Herrera. El terreno, que no es muy extenso,
se encuentra en bajada en dirección hacia Bulevar Artigas, siendo la zona
cercana a Luis Alberto de Herrera la más alta.
Si bien en sus inicios la zona contó con escasas calles, que en su
entonces representaron importantes caminos, hoy en día las vías de transito son
variadas y la circulación en ellas se altera según la hora del día.
Lo peculiar de este barrio radica en sus anchas y aún adoquinadas
calles: al transitarlas uno es capaz de acercase a los años en que Montevideo
aún estaba en crecimiento. Acompañadas por árboles de gran altura, en su
mayoría paraísos, se genera un entorno tranquilo: en Atahualpa se respira paz.
Sus habitantes son, en su mayoría, de tercera edad. Por este motivo es
que la clásica imagen de la señora vistiendo pollera por debajo de las rodillas
y dirigiéndose hacia el almacén más cercano es parte del paisaje cotidiano. No
obstante, durante las tardes existe la posibilidad de cruzarse con pequeñas
agrupaciones de niños y preadolescentes que renuevan el espíritu de los
vecinos.
Estos últimos cuentan con un espacio de recreación ubicado en la calle
Chuy: una cancha de fútbol cinco funciona como punto de encuentro entre los jóvenes
(algunos no tanto) que se interesan por el deporte. Durante los fines de
semana, no es extraño encontrar familias reunidas celebrando allí reuniones y
cumpleaños.
Todo lo mencionado hace único al barrio, por lo que el más mínimo
rastro de cambio es evidente a la vista: recientemente la calle Herrero y
Espinosa fue el centro de las miradas debido a que, gracias a las acciones de
los vecinos, sus cuatro cuadras de extensión fueron finalmente pavimentadas.
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