sábado, 20 de abril de 2013

Malvín, una forma de vivir.



Por Magdalena Prado

Malvín es ahora uno de los barrios más caros para vivir. Los alquileres allí rondan los $14.306 y un apartamento a estrenar puede ir desde U$S 160.000 a U$S500.000. Este fenómeno incipiente se debe a la sobreexplotación edilicia en Pocitos y a las diversas características que esta zona ofrece.

Según el último índice pu­blicado por la Dirección Nacional de Registros (DNR) en el año 2012 el valor del metro cuadrado de la com­praventa aumentó 1,53% medido en dólares, y los alquileres subieron un 15% con respecto a la última medición realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE).

            En determinados barrios de nuestra capital este incremento es aun más notorio; Punta Carretas, Pocitos y Malvín tienen los alquile­res más caros de la ciudad. Los dos primeros hace ya varias décadas son los puntos capitalinos más costosos, pero “la vieja barriada sin fin”, como lo llamó la “Reina de la Teja”, se ubica en este podio hace relativamente poco tiempo.
            Agotados los espacios en los frentes marítimos de Punta Carretas y Pocitos, la lógica del mercado in­mobiliario hizo a los desarrollistas mirar al este, y el barrio alternativo más cercano era Malvín.
            Este fenómeno provocó que inmuebles antiguos de la zona comiencen a desapare­cer para ser parte de la cadena de edificios que componen gran parte de la rambla de Monte­video.
            La sobre población de Pocitos no es la única variable que coloca a Malvín dentro del top three de los lugares más codiciados para vivir; sino también su rambla que juntos a sus playas: Honda y la Malvín, son elegidas por los montevideanos en las épocas de calor.
            También sus parques variados, sus casas con amplios jardines y veredas anchas ofrecen un paisaje diferente dentro de la monotonía de la ciudad.


            En cuanto a lo arquitectónico se encuentran casas antiguas, humildes, modernas, ostentosas, de todo tipo. Lo mismo pasa con su gente que lleva estilos de vida variados, diferentes y antagónicos algunos entre sí. Pero conviven y hacen de ese barrio una zona peculiar, muchas veces definida como hippie chic.
            Malvín concentra población de todas las edades que disfrutan del barrio y sus cualidades. Es común ver a los jóvenes malvinenses reunidos en el “Molino de Pérez”, en la “Plaza Fabbini”, alrededor del aro de básquetbol de la “Plaza de los Olímpicos” o mateando frente al Club Malvín. Y a sus pobladores mayores en “La Isla”, un bar de copas con cancha de bochas o practicando algún deporte y vida social en el Club homónimo.
            La peculiaridad de tener dos importantes instituciones de basquetbol, eternos rivales, de gran hinchada, que nuclean a mayores y pequeños, a familias enteras, hacen que este barrio respire un aire diferente. Provoca una identificación aun mas fuerte: playero o azulgrana, pero sobre todo de Malvín.
            Si bien no cuenta con diversos centros culturales la barriada posee un gran movimiento cultural impulsado por sus propios vecinos. El candombe juega un papel de relevancia ya que sin ser un barrio con gran cantidad de vecinos afrodescendientes formó dos cuerdas de tambores:
“La Figari” que los sábados por la tarde sale desde la calle Zum Felde y “La Gozadera” los domingos al mediodía aparece para ofrecer un espectáculo a los vecinos y las demás personas que almuerzan en el “Bar Michigan” y en “El Decano” sobre la calle Orinoco.
            El carnaval florece en febrero de forma intensa también en Malvín, que cuenta con un tablado muy concurrido dentro de las instalaciones del “Club Malvín”.
            Sus paisajes, su mezcla entre lo bohemio y lo confortable, sus variados estilos de vida, su aspecto familiero, la seguridad que, en descenso, aun prima en sus manzanas, los típicos personajes de esos  entrañables que todo barrio ve crecer en sus veredas, hacen de este antiguo balneario, sencillo en sus raíces, una forma de vivir.

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